«Las vivencias culturales ensanchan nuestros márgenes de posibilidad de habitar y transformar el mundo colectivamente.»
El libro Cultura Ingobernable de Jazmín Beirak se ha convertido para mí en una obra de consulta constante, una especie de brújula que recurro cada vez que necesito pensar sobre el campo cultural y político.
El trabajo que desarrolla Beirak es sumamente interesante, pues plantea la cultura como algo ingobernable, escurridizo y polisémico. A través de una variedad de argumentos, instala la necesidad de que las políticas públicas en torno al arte y la cultura sean cada vez más porosas, flexibles e interdisciplinares. Y la importancia de las luchas sociales, las expresiones culturales de los pueblos y en especial de los movimientos feministas y ecologistas para nuestro buen vivir y convivir en el capitalismo contemporáneo.
La lectura es ágil, y al mismo tiempo profunda. Sus palabras nos ayudan a comprender la complejidad del presente en relación con la cultura y la política. Nos invita a quitarnos la venda de una mirada ingenua que idealiza la cultura como algo “maravilloso” por sí mismo. Beirak nos explica el origen del concepto, sus trayectos entre la alta y baja cultura, la cultura de masas, para finalmente abrir nuestra comprensión y hacernos ver la enorme potencia que encierra como herramienta de cohesión social. Una herramienta, eso sí, cuyos efectos no son plenamente controlables: las producciones culturales generan nuevos significados dependiendo del contexto, de las apropiaciones, de los movimientos sociales que las activan. Son fugas, dice, que permiten reapropiaciones emancipadoras . “La cultura es paradojal: según su uso, puede dar cuenta de una realidad compleja o aplanarla.”
En el apartado “Mediaciones y comuniones”, Beirak sostiene que para relacionarnos con el mundo necesitamos alguna forma de mediación, de conjurar la realidad a través de experiencias simbólicas. La importancia de esto radica en que es precisamente ahí donde se expresa una democracia real: sin mediaciones, nuestra comprensión del mundo se reduce. Este punto lo ilustra muy bien cuando cita al antropólogo Arjun Appadurai, quien habla del papel central de la imaginación.
La imaginación, dice, es el lugar donde el capitalismo ejerce su disciplinamiento. Por eso, se vuelve urgente que emerjan nuevos patrones colectivos de disenso y cuestionamiento a través de los imaginarios. Es ahí donde reside también la posibilidad de transformación.
En definitiva, Cultura Ingobernable no solo ofrece herramientas conceptuales para pensar la cultura desde un lugar más crítico y complejo, sino que también nos invita a asumir la responsabilidad de cuidarla, tensionarla y expandirla. Nos recuerda que, lejos de ser un adorno o un bien accesorio, la cultura es un campo de disputa simbólica donde se juegan posibilidades reales de transformación social, con un lenguaje cercano y honesto que alienta.
Autora: Adriana Castro Hunt



















